Uno de los mayores atractivos de Soria es su increíble patrimonio monumental del que forman parte, sin duda, iglesias y monasterios.

Según el “Libro de la Ciudad de Soria” (2007), la Soria medieval destacaba por la gran cantidad de edificios religiosos con los que contaba. El censo de Alfonso X “el Sabio” de 1270 contaba 35 collaciones o pequeños barrios más otra extramuros, cada una de ellas con una parroquia o templo cuya grandeza iba directamente relacionada con el poder económico de las familias que lo formaban.

Lamentablemente el paso del tiempo y los diferentes sucesos históricos han hecho que no podamos disfrutar de todo este patrimonio de gran valor histórico-artístico pero sí de buena parte de él.

Seguro que has oído hablar de las iglesias de Santo Domingo, San Juan de Rabanera, la concatedral de San Pedro, el conjunto de San Juan de Duero o la ermita de San Saturio. A todas ellas les hemos dedicado ya un espacio en nuestro blog. Pero en este post vamos a hablarte de otras iglesias de la ciudad menos conocidas pero no por eso con menos encanto.

Iglesia de San Francisco

Junto al Parque de la Alameda de Cervantes encontrarás la Iglesia de San Francisco, un lugar con mucha historia detrás que puede pase inadvertido.

La que hoy es Parroquia fue antiguamente la iglesia conventual de los franciscanos. Situada extramuros de la ciudad medieval, es la única dependencia del antiguo monasterio de esta orden que ha llegado hasta nosotros.

Se cree que fue el propio San Francisco de Asís quien lo mandó construir cuando visitó Soria en 1214 de camino a Santiago de Compostela. Cuenta la leyenda que salió a dar un paseo por los alrededores y, mediante la colocación de algunas piedras, señaló el lugar exacto donde deseaba que se erigiese el nuevo edificio de la orden.

Del interior de la iglesia destaca un importante retablo del escultor Gabriel de Pinedo de finales del s. XVI que se encuentra en la Capilla Mayor procedente de la Iglesia de San Nicolás con escenas de la vida de este y otros santos.

En este templo, se celebró, en mayo de 1375, la boda del infante heredero de la corona de Castilla, Juan I de Castilla, con Leonor, hija de Pedro IV de Aragón el Ceremonioso. Además, se cree que en alguno de sus nichos fue sepultado ese mismo año el rey de Nápoles e infante de Mallorca, Jaime IV.

La iglesia de San Francisco puede visitarse en horario de culto y la entrada es gratuita.

Convento e iglesia del Carmen

Es posible que de camino a la concatedral de San Pedro o a la zona del río desde el centro hayas pasado por el Convento del Carmen.

Se trata de un edificio muy curioso, cuya fachada cuenta con los tres típicos arcos carmelitanos. Sobre el del centro hay una pequeña hornacina con la imagen de la Virgen con el Niño. La ventana de la izquierda destaca por su estilo plateresco y su decoración con molduras y una gran venera. En el interior, además del avellano que plantó en el claustro durante su estancia, se conservan fragmentos originales de cartas escritas por Teresa de Jesús y otras reliquias.

La noble Doña Beatriz de Beaumonte fue quien ofreció su casa- palacio para que se estableciera allí la comunidad de las Carmelitas Descalzas. Y allí recibió el 2 de junio de 1581 a Teresa de Jesús y a sus monjas.

La iglesia, en estilo renacentista , se construyó más tarde en parte de lo que fue la iglesia de “Nuestra Señora de las Cinco Villas”. La portada levantada unos años después, hacia 1658. sigue la estructura jesuítica, austera en decoración y formas geométricas.

Convento e iglesia están unidos por un doble pasadizo, una especie de corredor. El convento no se puede visitar pero si te interesa puedes descubrir más detalles de él aquí.

Iglesia de San Nicolás

Muy cerca del Convento del Carmen y a escasos metros al sudoeste de la Concatedral de San Pedro, entre las calles Real y Postas, encontrarás las ruinas de la que fue la Iglesia de San Nicolás. Ahora apenas podrás hacerte una idea de lo que fue esta iglesia con los escasos restos que quedan de ella. Pero créenos, fue un monumento peculiar y único.

La Iglesia de San Nicolás ya figuraba entre las primitivas iglesias en el censo de 1270 de Alfonso X el Sabio. Templo románico en pleno corazón de la ciudad, se construyó en los siglos XII y XIII. Guarda una gran semejanza con la Iglesia de San Juan de Rabanera. Actualmente sólo se conserva de ella gran parte de los muros de la cabecera, la fachada meridional y el cuerpo bajo la torre.

Debido al mal estado en el que se encontraba el templo, en 1858 se desmontó la techumbre y se trasladó el retablo del altar mayor a la Iglesia de San Francisco. En él se representan diferentes pasajes de la vida de San Nicolás destacando uno en que el santo resucita a unos niños los cuales salen de un cubo de carne humana en conserva que un arriero llevaba para la venta.

En 1908, coincidiendo con las obras de restauración que se estaban realizando en esta iglesia, su portada fue trasladada a la fachada principal de la Iglesia de San Juan de Rabanera, donde hoy puede admirarse. Y en 1962 fue declarado Monumento histórico-artístico Nacional.

Gracias a los trabajos de recuperación y conservación que se realizaron entre los años 2009 y 2011, actualmente se utiliza como auditorio al aire libre para conciertos y otras actividades culturales. El exterior es de visita libre y gratuita. Si estás interesado en visitarla por dentro deberás contactar con la Oficina de Turismo.

Monasterio de San Polo

En la orilla izquierda del río Duero, entre huertas, en un entorno bucólico, te encontrarás, de camino a la Ermita de San Saturio, el antiguo Monasterio de San Polo. De hecho, atravesarás en el camino su iglesia por un pequeño túnel que se habilitó para su paso (1586-1590) con arcos apuntados abiertos al norte y al sur, y adornados con perlas entre dos molduras.

De lo que fue en su día el convento solo queda la iglesia construida en el siglo XIII en estilos románico y gótico. La parte más antigua del conjunto era el claustro (s. XII) pero de él lo único que se conserva es una puerta con arco de medio punto y dos sencillas arquivoltas.

En este lugar estaba instalado un asentamiento templario de la Orden del Temple que, junto con los Hospitalarios de San Juan de Duero, defendían el acceso principal a la ciudad por el este. Cuando en 1312 la Orden del Temple fue suprimida, todas sus propiedades pasaron a manos del rey que, posteriormente, decidió venderlas a la nobleza. En 2011 fue declarado Bien de Interés Cultural con categoría de monumento. Actualmente es de propiedad privada por lo que solo puede visitarse su exterior.

Por su situación, por el entorno que le rodea y por sus paredes cubiertas de vegetación, desprende un increíble aire romántico que consiguió inspirar a poetas como Antonio Machado, Gerardo Diego y Gustavo Adolfo Bécquer. Este último lo usó como escenario de sus hermosas y misteriosas leyendas de “El Rayo de Luna” y “El Monte de las Ánimas”.